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jueves, 25 de noviembre de 2010

Mujer contra mujer

Hay quien dice que todas las mujeres tenemos un punto de bisexualidad, hay quien afirma que yo también lo tengo, y algún atrevido dice que no es que tenga un punto, es que tengo un puntazo.

Una, que ha sido heterosexual de toda la vida, se niega a reconocerlo argumentando que todas las mujeres hemos fantaseado alguna vez con una aventura con una chica estupenda, y que el ser capaz de decir que una tía está muy rica es simplemente un ejercicio de objetividad.

Pero ultimamente he decidido rendirme a la evidencia. Me gustan las mujeres. Y mucho. Me gustan como amigas, pero también como posibles compañeras de cama.

Me encanta ver mujeres desnudas, insinuantes, traviesas, picaronas y que disfrutan de su sexualidad independientemente de si el que tienen delante es un hombre o no.

Eso no quita que siga siendo heterosexual. Me encantan los tíos y los quiero como compañeros también, no sólo en la cama. Digamos que los veo de una manera más romántica.

En lo que respecta a las mujeres, ya no sólo fantaseo, ahora también busco.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Bajo las estrellas

No sé cómo ocurrió. No sé por qué extraña razón nos encontramos sólos. No tengo ni idea de si lo hicimos a propósito o fue una casualidad, pero lo cierto es que estábamos allí, en mitad de aquella tarde de finales del verano, sólos, sentados el uno al lado del otro, y con las bicicletas tiradas a unos metros.

No recuerdo quién besó primero a quíén. No sé si fui yo o fue él. Probablemete fue él en respuesta a mi provocación. Una provocación no hablada, sólo insinuada, como a mí me gusta.

No sé como llegamos arriba, al monte, desde el cual se divisaba toda la población, y no me preguntes cuándo se metió el sol, porque tampoco me acuerdo. Sólo me acuerdo de estar tumbada boca arriba, con él encima tumbado también, y notar como poco a poco su pene se hacía más grande entre mis piernas.

Me besaba, le besaba, nos besábamos. Ni siquiera nos gustábamos, o eso creía yo, pero era lo suficientemente emocionante como para que mereciera la pena.

La poca ropa que llevaba puesta llegó al cuello con facilidad para que su boca alcanzara mis pezones, y antes de que me diera cuenta ya me había bajado los pantalones y jugueteaba con su lengua en mi clítoris..., bajo las estrellas.

Fue mi primer cunnilingus. Tenía 15 años.